sábado, 14 de abril de 2012

La herencia.

Sí, creí que la tenía y mientras decidía si guardarla como un documento de un procesador de textos, o en la "nube"... se marchó. La inspiración, las musas, vienen te levantan y lo quieren todo de tí inmediatamente. De nada sirve buscar en el dial del aburrimiento nocturno. De repente Paul Anka te asalta como Dick Turpin y te deja sin dinero, sin imaginación, en cualquier camino que tu mente recorría. (Cambio de emisora). Tal vez con una emisora de música... de Rusia, no de aquí...

El caso es escribir. Hacer este ruido sordo que se escucha en la mente. Poner la letra delante de la cara. Leer. Leerse. Escribir sin faltas de ortografía.

Llevo meses sin escribir nada y debo hacerlo. Debo decirme, debo caminar por las calles. Debo cantar, porque está en mí. No he sido consciente de ello, pero he dejado de cantar durante meses y eso ha sido síntoma de una enfermedad del alma. Melancolía y tristeza han golpeado mi puerta.

Pintar cuadros mentales. Esos cuadros que pinto desde pequeño. Esas fotos que son un testigo de lo que me rodea. Tanta belleza y tanta escoria. Esa huida hacia la luz, hacia la pureza que he practicado no es locura, es necesidad.

No me doy por vencido y sigo. Sigo buscando el sutil escándalo que sirva para una mofa entre gente inteligente y conocida. Un chiste privado, cercano.

Tengo fé en todo lo bueno y avanzaré por caminos, carreteras. Pasearé por ciudades y aldeas. Mi espíritu se alimentará del mundo. Es lo que he heredado, el mundo.